Ann llega a la ciudad de Nueva York como pasante de arte. Cuando están a punto de despedirla, su vida da un giro y es contratada para trabajar durante el verano en el museo Los claustros por su curador, Patrick. Allí conoce a Rachel con quien entabla una amistad mientras ambas trabajan en una investigación, y a Leo, el jardinero del lugar, con quien se lía sentimentalmente. Patrick está obsesionado con las cartas del Tarot y su método de adivinación, investiga un mazo original de la Venecia del Siglo XVI. 

La ambición y la competitividad académica y laboral son el motor de esta novela de misterio con un estética Dark Academy. La autora emplea detalles que le dan verosimilitud a la historia, quizás porque estuvo inmersa en ese mundillo y sabe cómo se manejan las cosas dentro de ese círculo. Incluso para aquellas personas que no hemos trabajado en museos, sabemos que los espacios de trabajo suelen ser conflictivos y bastante hipócritas. Los personajes están bien construidos y sus giros argumentales funcionan, son coherentes. 

Disfruté de las descripciones del museo Los claustros con ese halo gótico y sus bellos jardines con plantas venenosas, la oscura biblioteca y las lecturas de Tarot a la luz de las velas. De hecho, al final del libro la autora hizo un cuadro con la descripción de los veintidós arcanos mayores y sus significados a grandes rasgos. Con respecto a esto, la novela siembra la duda que también acompaña a la protagonista durante todo el trayecto: ¿El destino está escrito? ¿Hay acontecimientos que están predestinados? ¿Es todo voluntad nuestra?